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Un árbol caído también es el bosque

  • Catalina Saavedra
  • 20 dic 2024
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 8 ene

The Florida Project y la representación de la pobreza






¿Hay oro al final del arcoíris?

Sì, hay oro, pero hay un duende, que no nos deja quedárnoslo. 

Ojalá fuera bueno. 


Moonee y Jancey





La película transcurre al calor de un verano en colores pasteles, amigos, sueños americanos y fantasías capitalistas. 

Moonee, la protagonista, tiene seis años, vive en Orlando, Florida, tierra de Mickey Mouse y tierra de  el  “Magic Castle Hotel”, un motel de tránsito para familias que no pueden acceder a una vivienda en Estados Unidos.


The Florida Project es la tercera película de Sean Baker, un director emergente en la escena del cine independiente estadounidense.  Baker cuenta historias de personas marginadas en la mayoría de sus películas, Tangerine (2015) , Starlet (2008), Anora (2024). No obstante esta historia, que podría parecer un mero retrato de la pobreza, promete un relato multiforme e intransigente, para con la moral y la romantización de la pobreza misma.



Lo que hace a The Florida Project una película entrañable no es necesariamente la dureza de su relato sino el hecho de alumbrar una resistencia a las tipificaciones comunes de lo marginal. La película cuenta los días de verano en la vida de tres niños cuya realidad es precaria y violenta. A los preconceptos sobre la infancia, la maternidad, y la carencia que pudiéramos imprimir, Baker le añade un signo de interrogación que nos tensiona. 


Moonee es desobediente, disruptiva y, en muchos aspectos, incómoda de observar. Aún en su desamparo afectivo, político, social y cultural, se convierte en la protagonista de sus hazañas, guiada por una convicción casi instintiva hacia sus deseos: un helado de vainilla, un pan con mermelada, una tormenta, una casa en llamas. Moonee es un personaje roto y Baker no pone moralejas en ello.


The Florida Project, cercana a un realismo crítico, explora una infancia despojada de inocencia; la tozudez de una niña, su mundo propio, perspicaz y brillante, convive con la escena violenta y cruel en las que transcurren sus días. Baker pinta una infancia antitética a la ingenuidad que caracteriza al relato cinematográfico de Disney World. No se trata de una simple oposición, sino de una puesta en tensión, una exploración de otra verdad, una confrontación directa con la hipocresía moderna.


Las vidas de los personajes de esta película están degradadas y se tejen en una de las ciudades más visitadas por el turismo mundial. No obstante, estas vidas no dependen de un acto bondadoso, de voluntades mesiánicas, tampoco aparece la suerte como factor de cambio, no es una historia que refiere a una moral del éxito, en las que luego de una sucesión de hechos dolorosos aparece una recompensa para dar giro a la vida de los personajes, en esta historia aparece una realidad que contrasta consigo misma, un mundo contradictorio. Mientras ocurre un Disney, a unos metros, ocurre Moonee y sus dos amigos sumergidos a diario en la violencia de un mundo común. 



“¿Sabes por qué este es mi árbol favorito? Porque cayó y sigue creciendo”.

Moonee


La madre de Mooney, Halley (Bria Vinaite), una joven de 22 años que realiza trabajos sexuales para subsistir, da vida a la forma de amor primaria de la protagonista. Baker ofrece una perspectiva no punitivista hacia Halley. Su amor no se cuestiona y su maternidad prematura e irresponsable tiene motivos que podrían vincularse al amor. La película construye escenarios en los que el juicio de valor pierde coherencia. Las certezas morales se desvanecen a lo largo de una hora y cincuenta minutos, porque la historia no pide posicionamientos, abre preguntas sobre el sentido común de cómo debería ser "una buena madre" una “buena niña” un “buen ciudadano” o un “buen pobre”. La maternidad se entrelaza con la desprotección y la diversión, The Florida Project retrata las relaciones humanas más allá del bien y el mal.


Sin embargo, esta discusión no se plantea desde un lugar re-victimizante o paternalista. El relato desafía nuestros prejuicios en relación a los binarismos habituales. Toma la idea de la infancia y relata su sombra; toma la idea de nobleza y cuidado para imprimirla en un personaje solitario, ermitaño, silencioso y maduro como Bobby (Willem Dafoe). 


The Florida Project da vuelta la forma común y habitual de contar un mundo. Los históricos antagonistas pueden ser amables y echar luz a lo sensible, a la protección y al cuidado. Es, en definitiva, una historia posible de nosotros mismos a través de los niños.



Sean Baker es conocido por sus paletas de colores expresivas, y en The Florida Project consigue un concepto alrededor de los pasteles. La arquitectura del motel, con sus colores llamativos y estructuras simples, son un símbolo de la precariedad y del carácter transitorio de las vidas que allí se desarrollan. El color, en este sentido, se convierte en un relato en sí mismo, una contradicción entre la dulzura aparente y la dureza de la realidad. Como el árbol favorito de Moonee que crece desde su fractura, horizontal, desde el daño hacia un costado. El árbol favorito de Moonee es su propio reflejo. 


La protagonista es la encarnación de una infancia que es a la vez ingenua y brutalmente consciente de su entorno. Su carácter es un retrato perspicaz de la digestión de vida de un niño cuyas circunstancias no debiera tener que digerir. Una niña capaz de encontrar momentos de aventura, incluso belleza, en los lugares comúnmente crueles.



Por todo esto, The Florida Project aparece como un relato y una representación valiosa en términos culturales. Aporta otra mirada y forma de contar la pobreza, la infancia, el cuidado y la desigualdad, lo que contribuye a la diversificación de las posibles representaciones del mundo. En su trabajo, García Canclini, particularmente en Consumidores y ciudadanos (1995), propone pensar a los medios de comunicación en general, y al cine en particular, como aparatos culturales influyentes en la percepción de la realidad social, incluidas las representaciones de la pobreza. En este sentido, el cine no es un mero reflejo de la realidad, sino que también la configura, ya que contribuye o disputa un sentido dominante de representar la experiencia humana. The Florida Project desafía este sentido común dominante sin caer en reduccionismos: su crudeza y ternura aparecen sin romanticismo, estetización o fetichización.

Sean Baker nos revela que en la carencia se tejen tramas que van más allá de la propia escasez; pero sobre todo que no existe una experiencia arquetípica, una forma única de vivir la pobreza, mucho menos de contarla.  



Por Catalina Saavedra




Bibliografía



  • García Canclini, N. Consumidores y ciudadanos (1995). Grijalbo.




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